La pequeña muchacha Tuareg el guardia-ángel del desierto.
Acto II de un cuento erótico que tiene para escena el país de los Tuaregs


Touareg

"Es allí un bien gran misterio. Para ustedes quienes gusta
también el pequeño príncipe, como para mi, nada del universo
no es similar así en alguna parte, se sabe dónde, una oveja
no conocemos, sí o no ha comido una rosa...."

Saint-Exupéry.


(Estas páginas se destinan a las solas personas que se comprometen a proteger el acceso a los mineros y otras personas no informadas de acuerdo con las leyes de sus pays. Apoye aquí para volver a la página inicial.)
(apoye aquí para darse la vuelta al principio del cuento o espera el cargamento de las imágenes y sonidos)



Me había retirado de parte inferior del camión. Empezaba mi rectificación vertical aún muy sorprendido de la indiferencia misterioso del pequeño buen hombre.

- "¿Viene a jugar con mi?", repitió, insistiendo.




Touareg
Había nada alrededor, ningún méhari, ningún vehículo, ninguna otra persona que él. Esta alli, sólo, había venido de ninguna parte. ¿Debía hay un pueblo allí al pie de estos siniestros pezones de rocas, un campamento detrás de estas dunas, más allá este inmenso océano de arena, una caravana en transhumancia, un camión sobre esta pista ya obscurecida por el caída de la noche, y podía cómo ser sólo? Éramos a mil de leguas de toda aglomeración y era allí, muy fresco en su dokkali añil, él no llevaba ningún rastro de polvo, de sudor, él me observaba con sus grandes ojos negros y brillantes, su curtirado cara ligeramente, y su planteamiento afeminado, había salido de nula parte.

- "¿Viene a jugar con mi?"









Su tranquilo seguro ante mi situación precaria me perturbaba. La noche era que reconfortaba, yo podía olvidar mi condición, no tenía nada que perder, cómo podía rechazarle eso. Tendría todo tiempo para seguirlo hasta a su campamento. Estaba allí. Se me salvaba un poco ya.
Empezó un curso hacia las altas dunas el aire alegre de verme aceptar sus frívolas exigencias.

- ¿"Esperan" dice espera un poco, querría, en primer lugar, hablarte, saber de dónde viene, que lo envía, cómo ti supo que estaba aquí?



TouaregTouaregTouaregTouaregTouaregTouaregTouareg



- "Todo se sabe. Tengo aquí, muchos amigos ", respondí.

Mí que pretendía a la libertad, a la denegación de la ayuda, a la dependencia, mis sordos rezos se aumentaban, tenía finalmente de la ayuda. Una ayuda que tardaba no obstante en materializarse, pero se tranquilizaba ahora. En alguna parte, al pie de estos siniestros montañas del Hoggar, había un campamento Tarqui yo era ahora cierto.


Y me tendió la mano. Me extrajo ligeramente hacia él empezando un curso hacia las dunas. Al contacto de su mano, sentí un escalofrío cruzar mi cuerpo, un inquietador escalofrío. Casi olvidaba su condición de joven hombre.


Luego se trasladó de mi, se alejó hacia las dunas, brincando en las arenas como una loca, y yo lo vive lentamente desaparecer detrás las dunas. Me acerqué indeciso a la primera duna.

Me acerqué indeciso a la primera duna. Debía ser allí. Tenía apené a mantener mi equilibrio sobre las cuestas inestables. Las había cruzado como un pájaro.




A la primera mirada, no vivo nada. La duna se invertía hacia otras dunas, igualmente impresionantes, que se sucedían como un inmenso océano cubierto con sombras inquietantes, móviles, ya transformadas por la noche cayendo.

Yo percibidos de acceso el largo litham blanco que descansada sobre la arena y que retozara ociosamente como una inmensa serpiente. ¡Luego la túnica añil, ligeramente ennarenada, inmóvil ante mi, como una herida sobre la arena! Busqué a mi enigmático visitante, era perturbado un poco, mis certezas comenzaban a desgastarse, había alguna parte sobre este calor duna de arena, un joven hombre desnudo que lo esperaba sin duda impaciente, y que queríahacer carantoñas.

Touareg


Distinguía que poco la carne de la arena, la arena de la carne viva; respuesta allí, inmóvil, fundido a la duna. Sus ojos me fijaban sin ningún pudor. Seguí siendo a distancia, confundido en mis certezas de varón. Exploraba discretamente las parcelas de su cuerpo que se trasladaban del polvo de arena que trituraba su piel. Era delicado, como una mujer.





Touareg


Percibía su cajón surtido de dos minúsculas pezones aureolados de pequeños anillos, era casi una mujer. Exploraba de los ojos la línea descendente a lo largo de su plexo solar prominente, hasta el nivel de su sexo; no veía ningun pequeño bosque negro protector, ni de equipo masculino, nada que una suave cuesta que hilaba entre sus delgado piernas flanqueadas del ligero inflado de sus caderas, una imperceptible grieta lineal como un rasgón sobre su piel frágil, una señal distintiva de la misteriosa vagina de una joven muchacha, era casi una joven muchacha. Un delicado cuerpo de joven muchacha, frágil y rectilínea. Estaba bien una joven muchacha, un miraje, un milagro del desierto.






Touareg


Me acerqué, me arrodillé cerca ella, se confundía, experimentaba el desconcierto del padre delante del impudor de una muchacha, su hija.

- "Dio miedo a mi." Te agradezco que sea una mujer "






Me observaba, sorpresa. No parecía comprender. Luego se levantó precipitadamente, con gestos de excitación, ella me invirtió sobre la arena.


Touareg - "Vaya, viene a jugar", dice y se reía, saltador durante que me trastornaba, proyectándome sobre la duna, despreocupada y bonita.



- "La arena es caliente, gustará". Actuaba y decía estas cosas sin retención, como si eran naturales, no distinguía pasión enamorada, todo eso lograba una pueril chi quillada. Me invierte, se lanzó a mi y comenzó un hábil proceso para retirarme mis prendas de vestir.


Touareg


Me observaba con insistencia, explorándome como si era un animal extraño, descubriendo poco a poco y con sorpresa, las configuraciones de mi cuerpo de hombre masculino ya adulto. Era incómodo, tal como perturbado por su suave ingenuidad y su actitud exime de todo maquillaje sexual.

Cuando había terminado, se circuló sobre la arena, se inmovilizó al pie de una duna, traviesa. Me arrodillé cerca ella, huelando sus lados, ella no se movía ya, era impasible, insensible y peligrosamente attractiva.


Touareg


- "¿Me ayudará?" pidió.

Me observó con ternura.

- "Es para eso que estoy allí, viene con mi, no tendrá ya que sufrir."

Decía estas cosas muy naturalmente, como evidencias que me eran desconocidas.

- "la gente de tu tribu deberá ayudarme", dice, "ya que debo seguir mi carretera hacia Tamanraset."


Dudaba a comprender, su cara se obscurecía.

- "Estoy sólo de poder ayudarte, si viene con mi, no tendré ya que seguir hasta Tamanraset, no tendrá ya estas preocupaciones".







Tenía dificultades a entender sus respuestas. No podía imaginar que pudiera ser sola en este desierto y que siguiente a el, yo iba a abandonar mi vehículo, Tamanraset, mis preocupaciones, mi libertad, mi espíritu cartesiano no llegaba a descifrar sus mensajes. Eso me aparecía ser una confusión lingüística en esta muchacha cuya lengua materna debía ser el tamatchek.




Touareg





Marco Polo ou le voyage imaginaire (Contes et légendes arabes, mars 1997, revision avril 1998) © 1996 Jean-Pierre Lapointe


ACTO III