Examiné en ella. Me observaba fijamente de sus ojos interrogadores. No podía resistir mucho tiempo a la
fascinación que me inspiraba. Iba responder a sus deseos y a hundirnos en juegos de los que no
sospechaba la amplitud.
- "¿Ya amó?
?" le pidió mientras que mis dedos viajaban suavemente sobre su piel, barriendo
los granos de arena agarrados a su carne húmedo, mis dedos presionaban su piel, despertando, yo lo
sentían, de los escalofríos que nunca había vivido antes, al cabo de mis dedos la sentía engolosinarse.
- "¿Que es que amar?" Me acerqué a su cara, la sentía ligeramente aprensiva. Me acerqué delicadamente mi
cara de su cara y, sin precipitar mi gesto, deposité un beso sobre sus labios. No podía decidir más estos
juegos. Permanecí así un largo momento, sólo ejerciendo una baja presión, sus labios me abrí lentamente,
su respiración filtraba ahora entre sus labios que impregnaban mi boca de un aliento caliente, su tórax
inflado de espasmos se alzaba hasta afectar mi carne desnuda. Era ya demasiado tarde, no podía decidir
más estos juegos.
- "¿Me habló de amar, es eso amar?" No esperaba esta cuestión de ella. Había aún tiempo de abandonar, era
hora de retirar mis dedos de este cuerpo inofensivo de joven muchacha; era hora de decidir estos juegos,
mis juegos, que no eran sus juegos, los juegos que se había imaginado y para los cuales éramos allí ambos,
desnudos como si combinamos consumirnos en el amor, había aún tiempo de decidir estos juegos. Iba a
deber explicar lo que es el amor, este extraño impulso que lo vincula y que querrían eterna. Iba a deber
explicar porqué debía dejarla, a pesar de este impulso que iba a vincularla.
Cómo explicar estas cosas, el amor y también la libertad.
- "Gusto lo que hace," dice, "es eso que amar, es que entonces me amo?" Lentamente se acercó sus labios de
mis labios y reinició este extraño juego que acababa de descubrir, era ahora la maestra del juego,
explorando de nuevas avenidas que despertaban en ella de las sensaciones demasiado mucho tiempo
dormidas en su Génova y que se manifestaban por súbitas tensiones musculares y audaces deseos
gustativos.
- "El amor es eso," le dice, "es la unión de nuestros dos cuerpos diferentes, es esta atracción
complementaria de nuestras fuerzas opuestas, es también el abrasamiento de nuestros almas tan
similares."
Había encontrado en el fondo de mi memoria, estas definiciones demasiado literarias para
explicar el inexplicable, lo que estaba produciéndose sin que esté necesario de explicar lo que estaba
produciéndose, inexplicable milagro del amor.
Y muy naturalmente, sin que sea necesario explicarlo, mis labios habían emprendido un arriesgado viaje
sobre sus carnes, alcancé sus senos, estas pequeñas ampollas adornadas de minúsculas papilas que mi boca
tragan como si eran simples cerezas. Seguía así mi exploración, sus manos presionaban mi cabeza
guiándome en un viaje iniciático que aceptaba con gracia; dejaba muy a lo largo del sinuoso curso, de las
salivas que se colgaban a las excrecencias de sus carnes húmedos, yo había alcanzado la misteriosa
caverna donde debía ocultarse su "yoni" misteriosamente secreto de joven muchacha virgen.
Permanecí así, mis labios chapados sobre sus labios vaginales, que se habían entreabierto discretamente
dejando escaparse de los olores de humus, que respiraba como si eran perfumes exóticos. Mi espíritu
dudaba. Desplegué mi lengua por la estrecha apertura que explora las sinuosas paredes internas de su
vagina, descubriendo sus extrañas asperezas, probando a asombrosas espumas y tropezándose a una
enigmática membrana que parecía prohibirme toda exploración más profunda de esta gruta siempre
virgen, que no se había visitado nunca aún.
Mi espíritu dudaba bajo indescriptibles quimeras. Fantasmas, floras imaginarias, olores desconocidos,
fusiones carnales, denuncias hechizando, extraños dialectos, deliciosas priapes, orgasmos
alucinando, mi lingam petrificado, lavas en fusión, el momento suspendido, mi cuerpo que echaba, que
echaba, que echaba, mi espíritu dudando............. No me acuerdo más de todo.
Me desperté en sobresalto. La tierra había temblado. Se me alargaba desnudo sobre la arena fría del
desierto, hacía ya día. Mi misteriosa visitadora había desaparecida.
Había un inmenso camión de color gris verdolento inmovilizado cerca de mi autocampista. Había dos
hombres, camioneros árabes. Habían remolcado a mi autocampista sobre la pista transitable. Lo hacían
nunca, pero habían pedido prestada esta pista y no podían explicar la razón. Les hablé de la joven
muchacha Tarqui, no la habían percibido.
Cuando los he traído más allá de la duna, vieron bien los rastros de los jugueteos enamorados que había curso.
Se burlaron. Eran un poco palurdos.
Luego, seguimos los pasos trazados en la arena, la frágil pista que iba del lugar y que subía hasta la
cumbre de la duna, luego se evaporaba de manera inexplicable sólo que dejaba dos impresiones profundas
en la arena. Alrededor, no había nada. La inmensidad del desierto y las pintadas repetitivas dejadas por el
viento sobre la arena.
- - "¿Entonces, era eso, el pequeño francés besó su guarda-ángel ? " y se burlaron de mi.
Marco Polo ou le voyage imaginaire (Contes et légendes arabes, mars 1997, revision avril 1998) © 1996 Jean-Pierre Lapointe
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