La tumba de la bonita prima
Acto I de un cuento erótico de la adolescencia


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- "Listo o no listo me voy" Se llamaba eso, jugar a escondrijo o más familiarmente a jugar a la escondite.

El peón dejaba puntualmente la casa, observaba alrededor, se dirigía dondequiera en busca de los otros miembros del grupo que se ocultaban aquí y allí y quienes debía desalojar se. Para un corto momento, era la angustia; encontrar lo más rápido posible, tardaba el uno y otros de los participantes que soterrarse alguna parte, para romper este silencio repentinamente, esta soledad inusual que los invadía, encontrar los ruidos, los gritos, la turbulencia asegurando de nuestros juegos de niño.

- "Listo o no listo me voy," Denise una bonita vecina, actuaba, ese día, como peón. pion.

Me no gustaba desempeñar el papel del peón. Prefería soterrarme, estar el animal echado, intentando a frustrar al cazador, mientras que se desplazaba silenciosamente, el aire fisgón, impaciente, a dos pasos de mi sin verme; habría podido afectarlo, no hacía nada y gozaba de este súbito control por evadirme del mundo de los vivos, como si era invisible. Podía ver sin estar vido, y contrariamente a los otros, que se hacían fácilmente desemboscar, y que echanse a reir repentinamente en un guirigay indescriptible, rompíendo el silencio de los otros y que los forzaba a destaparse puntualmente, podía al contrario me evadirse de mi madriguera en silencio, encontrar la casa sin perturbar la caza silenciosa del peón. Me no gustaba a la compañía de los otro en el refugio inexpugnable que me elegía siempre.

No teníamos la práctica de frecuentar a las muchachas, prefiriendo los juegos entre muchachos.

Estos juegos masculinos que nos permitían experimentar la valentía, la audacia, el peligro, una determinada brutalidad, la lengua de carreteros, la violación de algunos tabúes, todo eso lejos de la vecindad de las muchachas. A veces se acercaban, parecían participar, a lo lejos, a nuestros juegos, o allí se infiltraban socarronamente, los rechazábamos siempre con vigor.

Ese día, los muchachos habían doblado, para jugar al escondrijo, juego más bien neutro donde muchachos y muchachas podían sentirse a la comodidad sin tener el aire de traicionar su sexo; y nos encontrábamos así muchachos y muchachas, primos y primas, hermanos y hermanas, a vecinos y a vecinos.

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Marco Polo ou le voyage imaginaire (Contes et légendes érotiques, février 1999) © 1999 Jean-Pierre Lapointe
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ACTO II