Las tareas prácticas de la profesora de escuela.
Acto II de un cuento erótico de juventud.
"nos extendimos sobre el suelo"
"yo la tomamos al punta de mis dedos"
"suave y blanca piel desnuda al punta de mis dedos"
"mis dedos recorrieron el círculo de sus ojos"
"ellos se retrasaron la longitud de su nariz lineal"
"mis dedos se lanzaron a su boca"
"y rozaron sus labios, arado su garganta"
"arrugan su cabello de por su fondo"
"se detuvieron al escalofrío de su oreja"
"luego mis dedos fueron a morir sobre su seno rosado"
"retrasados"
"ellos se agotaron a buscar su corazón"
"ellos se agotaron a buscar detrás"
"sus ojos su cara su boca "
" un poco de lo que era detrás "
" sus ojos su cara su boca "
" la verdad sus juegos sus sentimientos "
" se agotaron."
Guió mi mano hacia el denso bosque que protegía su sexo, y mis dedos penetraron esta caverna extraña;
toda mi mano, demasiado pequeña, se traga entre las mucosas estalactitas y estos extraños filamentos de
gruesos líquidos que descubría por la primera vez.
Luego, antes de la extinción de los espasmos de su cuerpo, lentamente, con gestos precisos, depositó su
cabeza sobre mi busto, se descansa ahí un momento. Luego sus labios afectaron mi carne, temblé, de
placer o de temor, un reflejo indefinible que nunca había sentido en el pasado. Sus labios se abrieron sobre su
lengua que deslizaba lentamente sobre mi cuerpo, lo rociando de una saliva olorosa y casi palpable; sus
dedos, que precedían su boca, se apoderaron suavemente de mi aparato genital que mostraba señales de
crecimiento nunca experimentado antes.
Durante un momento sublime, sentía los gestos hábiles de sus dedos, su boca que rozaba mi sexo para
absorberse finalmente, y, en movimientos dados ritmo y de una extrema sensibilidad, hizo surgir en mi, el
placer, el éxtasis, esta especie de sensación que he nunca vivida de esta forma. Era eso seguramente, lo que los
sacerdotes llamaban en sus predicada del domingo, el paraíso.
Eso se produjo repentinamente, mi sexo estallaba en el momento en que un grito salía de mi vientre, un
grito, una denuncia inmensa que resonaba sobre las paredes de mi habitación, luego me adormecí después
de un largo momento de eyaculación.
Sentí como una presencia en la habitación. Un determinado atisbo taladraba ahora a través del paño que
cubría mi cara, algún el se acercaba y la angustia de la noche no me permitía pensar que no podía ser
algúna otra que mi maestra.
Había dejado de moverse, creyendo borrarme enfrente de este fantasma de mis noches. Mi paño se alzó
repentinamente.
Delante de mi, estaba allí, mi madre, bonita como nunca había visto a una madre. Me observaba fijamente
con un aire de ternura y, se deslizó a mis lados para confinarme. Podía entender toda la delicadeza de una
madre que debe expulsarse las angustias y las pesadillas de uno hilo lleno de imaginación. No me atrevía
a no moverme para no revelar los secretos húmedos que surtían mi cama.
Debió descubrir este secreto.
"No son pesadillas que hizo mi hijo" dicho, "pero bonitos sueños."
Marco Polo ou le voyage imaginaire (Contes et légendes, août 1996) © 1996 Jean-Pierre Lapointe
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