Canto XVI del Infierno.
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Los Lamentos de los Príncipes de la Ciudad.
Los huérfanos de Duplessis.


Già era in loco onde s'udìa 'l rimbombo de l'acqua che cadea ne l'altro giro, simile a quel che l'arnie fanno rombo, quando tre ombre insieme si partiro, correndo, d'una torma che passava sotto la pioggia de l'aspro martiro. Venian ver noi, e ciascuna gridava: «Sòstati tu ch'a l'abito ne sembri esser alcun di nostra terra prava». Ahimè, che piaghe vidi ne' lor membri ricenti e vecchie, da le fiamme incese! Ancor men duol pur ch'i' me ne rimembri.


VUELTA A LA PUERTA DEL INFIERNO


En este lugar donde estábamos, uno podría oír el desplome del agua que cayó en el otro círculo, similar al zumbido que hacen las colmenas, cuando tres sombras dejaron juntas, mientras que funcionaban, una tropa que pasó debajo de la lluvia del áspero martirio. Venieron hacia nosotros y cada gritó: "Parate, usted que aparece, con tal vestido, siendo alguien de nuestra patria impura." ¡Alas! ¡qué heridas vi en sus carnes, tanto reciente que viejo, quemado por las llamas! Todavía sufro de ella cuando reacuerdo. Al oír sus gritos, mi guía paró, dado vuelta sus ojos hacia mí y él dice: "Espere un poco; es necesario ser cortesano hacia ésos. Y si no estuviera de la naturaleza de este lugar sujetado al fuego, diría que sería recomendable para usted, presionar a usted, más bien que para ellos." Cuando paramos, comenzaron otra vez su triste lamentation; cuando llegaron a nosotros, comenzaron a abrazar sí mismos al igual que los combatientes Turcos; desnudos y cubierto con aceito, no manejan tomar un apretón antes de venir al ataque y a los soplos. "¿Si nuestro destino atiza en ustedes un cierto desdén, dejó nuestra fama en la tierra decide a su alma para decirnos que que usted es, usted de que, de sus pies de vivo, cursos así al infierno con tanto confianza? Estábamos en nuestra ciudad común, de una clase social más alta que usted piensa, ésted de quién usted me ve despues de los pasos, tan desnudo y todo desollado que él va, estaba de una clase social más elevada que usted piensa. Él era el Primer Magistrado de nuestra ciudad común y, durante su vida, él realiza grandes cosas por los excesos de su imaginación y de su prodigalidad. Él otro, que embo en la arena detrás de mi, era el Ministro del Estado de la Metrópolis, que voz, muy abaja en la tierra, no fue escuchada porque ella no dijo nada de útil. Y yo, que, con ellos, experimenta el mismo tormento, era el Primero de los Ministros de esta región, y de ésa mi mano del hierro compensaba para la satisfacción personal de mis temas. "Je me souviens" que cuando nos movemos, cada uno temió todos alrededor de nosotros y que inflado orgullo." Y contesté a estas almas disturbadas: "Soy de vuestro país y de vuestra ciudad y siempre, he situado sus nombres grabados por todas partes, que fuera cese, reemplace los nombres de las fes antiguas, en los monumentos, en los signos públicos: los nombres de los parques, los nombres de los puentes y grandes bulevares, ilustrando esa manera, sus acciones y sus hechos nobles y la adulación oculto que uno te tenía hacia usted, tan bien como el gran dolor uno tuvieron que perderle, de modo que suno borrara de nuestra memoria, los héroes de nuestra historia que habían amueblado nuestros jóventudes, así como la memoria de nuestros propios nombres, para poder esa manera, pare mejorar el adulate sus nombres." Se parecían tranquilizadores por mi hablar entonces uno oído, viniendo de lejos, estos lamentations: "¡Vea la Ciudad populosa, ella sienta a la divergencia! ¡Grande entre las ciudades, Princesa entre las provincias, ella es como una puta, reducida al trabajo molesto! Ella grita todas sus noches y sus lágrimas pasan sobre sus senos. Ningúno entre sus amantes la conforta. ¡Convertidos en sus enemigos, todos sus amigos la traicionaron! Como Juda, ella es desterranda, sujetado a la opresión, a un constreñimiento duro. Ella permanece entre las naciones sin encontrar resto. Todos sus perseguidores la alcanzan en lugares sin salida. ¡Todos sus caminos de Sión consisten en el luto y nadie vienen más a ella los banquetes. Se afligen sus príncipes gimen, sus vírgenes. Se abandonan todas sus puertas, ella está en la amargura! ¡Sus opresores la rodean, sus enemigos gozan de ella, Y Yahweh la aflige para sus numerosos crímenes; Sacrifican a sus pequeños niños delante del opresor! Todo el esplendor fue retirado de la muchacha de Sión. Sus príncipes son como machos sin el pasto de la tierra; Avanzan, humillado delante de quién la buscó. Mi Ciudad recuerda de su miseria y de su señal de socorro, Cuando el pueblo sucumbió sin ayuda contra el adversario. Sus enemigos la consideraron y se rieron de su ruina. Pecó seriamente mi Ciudad, y que se ha convertido en una cosa impura. Todos los que la honraban la desprecian, que vieron su desnudez. Ella da vuelta lejos y ella gime suavemente. Sus palillos de la mancha a los lados de ella vestido. ¡Ella, caída tan bajo caído no pensar de tal extremo! Vea, Yahweh, su miseria, los hilos de David y los renegados que se aíslan en el oeste, que triunfan sobre ella."(1) Entonces cuando silencioso otra vez, me preguntaron con un dolor en su voz: "Pero nos dice si la imaginación y el honor siguen siempre en nuestra Ciudad, como siempre o si a nunca han desaparecido, ya que nos atormentamos siempre de no saber de ningún modo." Y contesté: "La autarquía y el culto de la personalidad generaron en usted, mi ciudad, el orgullo desproporcionado y los excesos de quienes usted gimió hoy. No hay allá, no más de imaginación ni de sueños, no hay también memoria, y cuando la memoria muere hacia fuera, el hombre fallece con ella; allá, uno recuerda más... de nada!" Grité estas palabras, mi cara levantada; los tres de ellas, oyeron esta respuesta, mirada uno a como uno se miran antes de la verdad, el que no deseamos conocer. "Si usted viene a abandonar este lugar oscuro y si usted da vuelta de nuevo a comtemplaba las estrellas, cuando será agradable que usted diga: "¡Fui en parte baja!!", haga de tal manera de no revelar nuestra presencia en estos lugares para eso que nadie nos borraron de su memoria." Entonces rompieron el círculo y aparecían volar más bien que caminar y uno no habría podido decir el "amén" en una hora tan corta que hicieron para desaparecer; entonces aparecía bueno para mi amo, irse. Lo seguí; teníamos caminamos solamente un cortocircuito mientras que cuando un ruido del agua aparecía a nosotros, así que cercano que podríamos oír apenas nuestras propias palabras. Era un río con aguas que cambiaban, que descendieron de un depósito extenso en el norte del norte, que, debajo, fue juntado con la Manouane* y que llegó a ser violento al Rapide Blanc*, entonces de la Rivière-aux-Rats*, salvaje hasta la Matawin*, cruzó una Grand-Mère* en la agitación, de donde él diapositiva más lentamente al gran río en donde creyó para aglomerar y para formar Trois-Rivières*. En este río puesto muchos cuerpos rígidos e inanimados, que descendieron el río en calma; otras veces, cayendo abajo de los rápidos, se apulsaron violentamente a las rocas mientras que hace oiga gemidos de dolor; allí, en sus cuerpos que fallaban, colgados hasta las piedras, una podría ver a los diablos que funcionan en equilibrio inestable, como "dravadors*" ágiles en las "embâcles*"; pincharon violentamente los cuerpos con sus picos afilados para lanzarlos en el cagua rápida, de modo que uno oyera sus quejas, muy un largo después de nuestro paso. Oí de las voces que vinieron de mí no sepa donde, que se acercó y que llegó a ser perceptible, de modo que updiera distinguiera las palabrotas y los blasfemias pero todavía no los sabía de donde vinieron. Entonces mi guía hizo me mirada ascendente en el cielo y él dice: "Observe, es la Chasse-galerie,(2) estas madereros que, poder hacer amor a sus amantes a la noche entera, tuvieron que fornicate con el diablo toda la eternidad." Y vivo, que venía derecho hacia nosotros, un bote de corteza inmenso, llenado con remeros sobreexcitadosy de diablos que le servían de fuerzas motrices. Pasaron sobre nuestras cabezas, si rápidamente que teníamos solamente el tiempo de volver la cabeza para verla desaparecer, en la misma dirección dónde se precipita el largo río. Aquí y allí a lo largo del rio, algunos monstruos lúgubres navegaron en la agua, que desplaza espumas blancas de agua turbulenta; a vivo paso, tiran, en dirección de la desembocadura, los cuerpos acurrucados de los ajusticiados, arastrados por un bálsamo, como una barrera insuperable, formada por otros almas más robustos conectados entre sí mismos, y que hacía sobre el agua alisa, un dibujo en la forma de una vagina. Cuando alcanzaon el lugar que precede el río grande, en donde el agua llega a ser aún más tranquilos, los cuerpos, inertes y desnudados de su corteza, habían remontado más arriba por una alfombra que se parecía rodar en sí mismo; se suministraban a monstruos inmóviles y codiciosos de sangre, cuyos dientes acerados y miembros afilados destrozados su carne en virutas y en correas ninas, que entonces, iban a ser transformadas en maleable goma en inmensos recipientes llenó del ácido ardiente. (2) No podría, lector querido, transmitir todo el dolor de mi alma a la vista de este espectáculo, y me preocupé, a mi amo, de la contradicción que se presentaba a mis ojos: "Amo, cómo cada una de estas almas podrá recuperar su sobre carnal durante el Juicio Final, después de tal dispersión de sus moléculas humanas?" A eso, mi amo contestó: "Veo que usted tiene dificultad adentro comprender los misterios de Dios, deseo de la experiencia de Jeanne y tener fe, todo el resto vendrá de sí mismo." A este lugar en donde los ríos se cruzan, en el fondo de una colina, había un jardín en el centro del cual dominaba, lleno con la arrogancia, la estatua de una Divinidad extraño. Alrededor de él fueron montados con el respecto, qué apareció a mí como los fieles, un areopago de los seres de todas las condiciones sociales: clérigos, condestables, damas protectoras, personajes elegantes y gentes corrientes, muchos políticos de otro tiempo y algunos otro de nuestro tiempo. Pagaron homenaje a la Divinidad sacrificándo a él, huérfanos, pequeños muchachos y pequeñas muchachas inocentes , a que la divinidad ingurgitaba, tal que Moloch lo habría hecho, para aliviar los temores del pueblo. Me acerqué mejor para poder ver, y en una distancia corta, una podía oír los rezos y las súplicas de las muchacha-madres así como las quejas de los niños. Te ahorro el dolor de estas quejas pero los rezos, si tengo buena memoria, decían poco cerca a esto: "Nuestro Cheuf que está en Infierno, que lleva bien así el título de "Le Noblet", que vuestro reino se renueva sobre tierra y que vuestra haya como en Infierno; les damos vuestro pan diario, les perdonamos vuestras ofensas como pedimos perdón a los que sacrificamos y, entregan de este mal quién nos acecha, de querer prescindir de un Cheuf como usted!"(2) Habíamos salido en silencio de este lugar que no había dejado en muchos dolor. Después de un momento, mi amo habló como si él hablara a se o a varios: "¡Ah, cómo es cuidadoso usted debe ser, con los que no exploran solamente tus actos, pero las que suspicacias invaden incluso tus sueños! Usted debe, tanto como usted puede, cercano tu boca o huir muy lejos porque, fuera tener pedado, usted se puede acusar de mentira, porque la verdad puede aparecer ser una mentira a los que función sera manejar la conciencia. Sepa que él es necesario un sacrificio, ningunas materias culpagles o no, sacrificado deba, porque es la función del sacrificio, ofrecer a Moloch la sangre de un inocente para aliviar la muchedumbre aprensiva que vociferates."



Marco Polo ou le voyage imaginaire (La tragédie humaine, janvier 2000) © 1999 Jean-Pierre Lapointe
* sitio geográfico, Québec
(1) Interprétation d'un extrait des lamentations: Prophètes XIII, Bible de Jérusalem.
(2)alusiones y leyendas, hábitos y acontecimientos históricos de Québec
Theme musical: adagio de Barber, emprunté aux Classical Midi Archives.
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CANTO XVII DEL INFIERNO