Canto XXII del Paraíso
image Delvaux

Aprendeme a gozar de una felicidad eterna.
Estas sirviantas, abrasandos del ardor, quién hace nacer el orgasmo.


Oppresso di stupore, a la mia guida mi volsi, come parvol che ricorre sempre colà dove più si confida; e quella, come madre che soccorre sùbito al figlio palido e anelo con la sua voce, che 'l suol ben disporre, mi disse: «Non sai tu che tu se' in cielo? e non sai tu che 'l cielo è tutto santo, e ciò che ci si fa vien da buon zelo? Come t'avrebbe trasmutato il canto, e io ridendo, mo pensar lo puoi, poscia che 'l grido t'ha mosso cotanto;


VUELTA A LA PUERTA DEL PARAÍSO


Sorprendido por esta canción, di vuelta hacia Jeanne, tal como un niño que tiene recurso a su madre, en cuanto a quien quién él tiene la mayoría de la confianza; Ella, para tranquilizarme, me dice: "No temen nada ya que está al cielo, y sepa que el cielo es muy santidad, y que lo que allí hecho que no se santificó. Que este solo grito te mover tanto, cuánto entonces lo habrían abrumado mi borde y mi sonrisa, si hubiera podido comprender lo que contenían mis rezos, ya conocería el desamparo del mundo antes que de morir. Dios no afecta ni pronto ni tarde, si no está al sentimiento de el que lo espera en el deseo o el temor. Pero, vuelve ahora, hacia otros espíritus, ya que verá mucho famosos, si ti puertas tus miradas como ella te digo." Dirigí mis ojos como él llovió, y vivo ciento pequeñas esferas, que, de sus rayos, se embellecían los suyos. Reprimía mi deseo de preguntarlas, por temor de ser inoportuno. La más grande y la más brillante de estas perlas se llevó a continuación, para satisfacer mi deseo de conocerla. Entonces oí en ella: "Si veía, como mi, la caridad que quema entre nosotros, ya habría expresado los deseos que lo atormentan, pero para que la espera no te retrasa no en la continuación de tu deseo último, responderé a este pensamiento que duda en hacerme conocer. Este lugar, en la cumbre del cual se encuentra el Parnaso, fué frecuentó antes, por algunas gentes como usted, en el error y de costumbres malas; y fui yo, quien hubo, y el nombre de El que trajo, en la tierra, la virtud que lo eleva así arriba, tanto de gracia brilló en mi, que arranqué su alma al culto impio que seduce aún el mundo. Estos otros fuegos fueron también de las sirviantas, abrasandos del mismo ardor, que hace nacer el orgasmo y la alegría en las almas. Soy Aglaë, y he aquí Thalie y Euphrosyne. Aquí son las Gracias, mis hermanas, que fijaron su estancia en los sueños lúbricos de los poetas, y hubo germinar ahí, tantos bonitas obras." Le respondí: "El amor que usted me relojes al hablarme, y la benevolencia que veo y que percibo en todos sus fuegos, aumentó mi deseo en ustedes, así como la belleza hace a la muchacha, cuando alegrase tanto como ella lo quiere. Te dirijo pues mi rezo, a usted, mi hermana, aprendeme si puedo recibir bastante de gracia, para gozar en su alma de una felicidad eterna." Me respondió: "Mi hijo, tu elevado deseo se realizará allí-alto, en la última esfera, dónde se realizan todos los deseos tanto como el tuyo. Allí, todas las pasiones se vuelven reunidas en una entidad perfecta e indivisible. Allí nos lleva esta escala, que ve en este lugar inmóvil, donde se reúnen todas las perfecciones. Esta es la razón por la que no puede agarrar en nosotros, solamente tus deseos, sin ver el que quardamos en nosotros, que se velan a tu vista. Es esta escala que vive Jacob cuando le aparecío así encargada de ángeles, y que es necesario subir desnudándose de los deseos y pasiones que abastecen el mortal, y que sólo son pasatiempos transitorios. Tus pecados no ofenden tanto a Dios, que la moral de los electos y de sus voceadores, pero la carne es tan escasa, que no dura más de tiempo que no es necesario a un recién nacido de mamar el seno de su madre." Así habló; luego se incorporó a su tribunal, que se reunió, y se elevó a continuación muy entero, como un remolino empujado por el viento, y que me dejó insatisfecho en mis deseos carnales. La suave señora, de un pensamiento, me atrajo detrás de ella, por esta escala, hasta allá arriba, tanto su virtud triunfó de mi carácter vulgar. Nunca movimiento no fue tan rápido que se habría podido igualarlo en la tierra, donde se usa tantas mecánicas para hacerlo. ¡Que nunca no doy la vuelta, ô lector, a este paraíso, que me hace a menudo llorar mis pecados y afectarme el pecho, si no vivo la constelación de la Virgen, y me invertido en ella, y cuyo yo recibidos toda la ingeniería, cualquiera que sea, que está en mi! Mi alma, ahora, suspira con devoción hacia ustedes, con el fin de adquirir la virtud necesaria para cruzar el difícil paso que lo atrae a Ella. Entonces Jeanne me dice: "Es tan cerca del suprema salvación, que debe tener los ojos bien claros y penetrantes. Por ello, antes de entrar más lejos, observa en parte baja, y ve todo lo que del mundo debe dejar bajo sus pies, para que tu corazón se muestre, por eso alegre que lo puede, al ejército triunfando que viene, en la alegría, por este círculo étéreo." Entonces, lleno de sabiduría, desvié mis ojos de la tierra para volver mis miradas hacia las siete esferas celestiales. Vivo todas estas cosas, luego, hacia los bonitos ojos de mi Bonita, prorrogué mis ojos.



Marco Polo ou le voyage imaginaire (La tragédie humaine, janvier 2000) © 1999 Jean-Pierre Lapointe
Theme musical: collection Nguyen (midtra), emprunté aux Archives du Web.
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CANTO XXIII DEL PARAÍSO