He aquí la revelación de Cristo, que Dios, por el envío de su ángel,
dio a su profeta George W. Bush,
para mostrar al pueblo de la tierra las cosas que vio
y que deben pronto llegar, y que les hará conocer por del cruzada.
¡Felices los que oirán estas palabras proféticas, y que creerán!
Ya que el tiempo es cercano y que los que no es con él están contra él.
Pretendían servir a Dios y ponían a Dios a su servicio.
La revelación
George W. dicho al los siete Que cree de Islam:
¡"Que la gracia y la paz les estén dadas por parte de El que es,
que era, y que viene, y por parte de los siete espíritus
que están delante de Su trono, y por parte de Yahve, el testigo fiel,
el primero-nato de las muertes, y el príncipe de reyes de la tierra de Israel!"
A el que nos gusta, que los entregó de nuestros pecados por su sangre,
y que nos reserva su reino, somos los sacrificadores del Presidente su Padre,
él sean la gloria y la potencia, a los siglos de los siglos!"
¡Amén!
He aquí, descendo de las nubes.
Abre los ojos, incluso ti el Infiel de los que los niños se deplorarán debido Él.
¡Amén!
Soy la Alfa y la Omega, dicha el Señor Presidente,
el que es, que era, y que viene, Todo el Todo Potente.
Mí George W., tu hermano, y que tiene parte con ti a la tribulación
y al reino y a la perseverencia en Cristo,
era feliz en mi Texas tranquilo,
a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Cristo.
Estaba en oración al domingo, oí su voz,
como el sonido de una trompeta, él decía:
"lo que ve, encierra el en una cojea sellada, y lanza el
al siete Infiel, a Susa, a Assur, a Nínive, a Memphis,
a Naplouse, a Damasco, a Babilonia."
Me di la vuelta para conocer que era esta voz que me hablaba.
Vivo siete armas de acero, y al medio, algúno que se asemejaba a un hijos de hombre,
vestido de una larga chaqueta de color selva, tenía una armadura a través del pecho.
Su cabeza y su cabello eran grises como la arena; sus ojos estaban en fuego;
sus pies estaban como orugas, esta abrasar como una hoguera;
y su voz recurría a todos los santos del cielo.
Tenía en su mano derecha, siete cilindros de acero de dónde salían
estrellas de hierro que escupían el fuego como el sol cuando estalla.
Cuando lo vivo, caí a sus pies como si me había muerto.
Colocó sobre mi su mano derecha diciendo:
¡"No temen no!
Soy el primero y el último y bien vivo.
Me había muerto, pero he aquí que reaparezco para los siglos de los siglos.
Tengo las claves de la muerte y la estancia de las muertes.
Diga estas cosas que ti vías, las que son y que serán,
el misterio de las siete armas que vio en mi mano derecha,
y de los siete cilindros de acero. Las siete armas son para mis ángeles,
y se destinan las siete estrellas de fuego a las creencias infiels."